Esta semana es la antesala de las fiestas de Navidad.
Casi todo el mundo ha adornado la casa, encendido las luces del árbol para el disfrute de los más niños y hasta montado el Belén. A las que tenéis hijos, nietos o familiares en edad escolar, todavía os queda ir a la "función", y disfrutar de vuestros retoños que estarán todos monísimos vestidos para la ocasión. Ya pasé esa etapa, pero te voy a contar una batallita de aquella época. Cuando el mediano de mis hijos tenía cuatro años, fue elegido para representar la figura de San José en el portal de Belén de la guardería. No fue precisamente por lo tranquilo y buen niño, pues era revoltoso y un trasto de cuidado. Pero tenía una cara muy simpática y una sonrisa que derretía a cualquiera, y no solo a mí que era su madre.
Sinceramente, dudaba que el papel que le asignaron saliera bien, pero su profe era más optimista que yo. Así que antes de empezar a coser en casa la túnica de San José, operación a mi parecer titánica por mi alejada relación con los hilos y las agujas, estuve hablando con Aurora, para ver si el plan seguía adelante. Además, estaba interesada en el método que pensaba utilizar para que mi hijo se estuviese quieto. No soltó ni prenda, y me contestó que tenía muchos años de experiencia, que estuviese tranquila, que ya lo vería el día de la Función.
El día en cuestión, allí que nos fuimos todos, con el San José abriendo la comitiva familiar y mi hija que era bien pequeña llorando asustada por la barba que le había salido de repente a su hermano. Para convencerla yo estiraba de las gomillas que iban enganchadas en las orejas del San José para que viera que era una barba de mentirijillas. Mi hijo mayor por su parte también se preocupó de explicarle a la hermana que aquello no era más que ropa y barba de juguete.
Una vez en el teatro, nos acomodamos como público esperando el momento. Tras abrir el telón, todos los niños estaban colocados primorosamente. Empezó el Ángel a decir las primeras frases, que algunas se entendían más y otras menos, siguieron con otra conversación entre unos pastorcitos y en el público no se oía una mosca. El truco para que toda aquella trupe no se moviera de sus puestos, consistía en tener colocados estrategicamente unos platos llenos de gusanitos (ganchitos) delante de cada grupito de niños.
Pero el San José, o sea mi hijo, cuando quiso comer de los gusanitos que estaban dentro de la cuna del Niño Jesús, se encontró con que el Niño empezó a tirar del plato hacia si y a llorar a moco tendido porque no quería compartirlos; la Virgen María tomó parte y le riñó al supuesto marido, así que San José al que nunca le gustó participar en conflictos, dijo en alto a María: -"Pues me voy del portal" . . .
Y vaya si se fue. Primero se dirigió al grupo de los Pastores; se comió con ellos los gusanitos que le compartieron, después se paseó por las Ovejitas y seguidamente pasó por las Estrellas . . . se recorrió todo el escenario comiendo de los distintos platos y cuando terminó, nos buscó con la mirada y desde una esquina del escenario, agachado en cuclillas y con las manos a modo de megáfono dijo con los ojos llorosos: - "Ven a por miiii mamááááá . . . no hay más gusanitos".
Y yo, como mala madre, actué como si la cosa no fuese conmigo.
La historia terminó bien, la Virgen María se acercó a mi hijo, lo cogió de la mano y lo llevó al portal. El Niño Jesús le hizo un hueco en la cuna y terminaron los dos sentados comiendo los gusanitos que quedaban en el plato.
Moraleja: entre niños anda el juego y ellos se entienden bien sin que los mayores intervengamos en muchas ocasiones.
Hoy en día ese video hubiera sido viral, estoy segura de ello. Pero de aquél teatro, solamente me quedan algunas fotos, que no reflejan todo lo que os he contado, pero que mirándolas de vez en cuando nos sirven para echarnos unas risas, recordando la tarde del San José y los gusanitos.
Y toda esta historia para contarte que aquél día comimos fideos con almejas, estoy segura porque también tengo fotos del momento previo, antes de colocarle la barba al niño.
Espero que disfrutes de este sencillo plato, tradicional y marinero, porque está para chupar hasta la última cáscara.
{6 personas}
750 grs Almejas
500 grs Fideos gordos
1 Pimiento Morrón Verde
1 Pimiento Morrón Rojo
1 Cebolla
2 Dientes ajo
2 Tomates rallados
2 Tomates rallados
Unas hebras de Azafrán
1/2 cta Pimentón dulce
1 Vaso de vino blanco
1 y 1/2 L de caldo de pescado
Aceite de Oliva Virgen Extra
Sal marina
Agua mineral, si hace falta.
Agua mineral, si hace falta.
- Ponemos las almejas en agua con sal por lo menos una hora para que suelten la arena.
- Picamos muy pequeños para el sofrito, los pimientos, la cebolla y los ajos.
- Añadimos aceite en un caldero para cubrir el fondo y cuando esté caliente, agregamos la cebolla y los ajos. A fuego medio esperamos hasta que esté casi transparente.
- Rallamos los tomtes y los añadimos al sofrito.
- Agregamos la sal, el pimentón y el vaso de vino blanco, esperamos que el vino se evapore. Unos diez minutos.
- En un caldero pondremos las almejas a cocer, en cuanto estén abiertas las sacamos.
- El agua de las almejas, la colamos y reservamos junto al caldo de pescado.
- Mientras, en el mortero añadimos unas hebras de azafrán junto a una poca sal gruesa y lo pulverizamos, añadimos al guiso.
- Incorporamos también el caldo y dejamos que rompa a hervir.
- En ese momento añadimos los fideos, removemos, tapamos y esperamos el tiempo indicado por el fabricante. En mi caso, diez minutos.
- Una vez cocidos, añadimos las almejas y movemos para mezclarlas.
- Tapamos y dejamos reposar cinco minutos. Si te gusta más caldoso, añade algo más de agua caliente.
Listo
Ahora toca, disfrutarlo . . .
Eso es todo por hoy, nos vemos en unos días.
Hasta entonces, espero que seas feliz.