** No suelo despedirme a la francesa, y bien es cierto que desde la última entrada han pasado más días de los habituales para publicar. Pero el pasado 1 de Mayo, día de las Madres, la mía decidió celebrarlo a lo grande. Empezamos con un toque de sirenas en la ambulancia, seguimos con unas buenas dosis de transfusiones y terminamos los postres con un cóctel de antibióticos y sueros varios. Como ves, no dejamos atrás ningún detalle. Tras unos cuantos y eternos días, y tras ser atendidas de forma impecable por médicos, enfermeras y auxiliares, decidieron que ya era hora de volver a casa, que es donde más a gustito se está. Por mucho que algunos se empeñen, tenemos una Sanidad Pública y unos profesionales de Olé.
Gracias a todas por vuestro interés, por esos correos tan cariñosos y porque sois la caña. Os lo digo, con la mano en el corazón.
Espero que la próxima celebración familiar, transcurra de forma más tranquila y sosegada **
Y ahora si, os dejo con la entrada que tenía preparada.
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Los alimentos caseros tiene un no sé qué, que no sé yo . . . será por el cariño que empleamos.
Y aunque habitualmente la compremos, hoy vamos a hacer, mantequilla.
La receta es demasiado fácil, tanto que no sabía si llamarla
receta. Y a la vez es tan rica y resultona, que estoy segura de que
la repetirás en más de una ocasión. Si a los de casa ya les sorprendes
mientras untan la tostada, y les explicas que la mantequilla
tiene esos dibujitos porque te ha dado un arrebato artístico
mientras le dabas forma, y no porque has cambiado de marca; a los
invitados de turno, afirmando que es tuya, ni te cuento la cara que se
les queda. A lo mejor te miran con cara de ésta tía está peor que la Loca de los peines y tú lo interpretas como un brote de admiración, ¡¡quien sabe!!
Comprar mantequilla es bien fácil. Vas al super, enfilas por el pasillo y ante el frigo correspondiente, tienes un amplio despliegue de marcas. En tarrinas, paquetes o latas, tanto nacionales como de importación, puedes estar entretenida un buen rato. Y ahora que lo pienso ¿soy la única que se muere de frío cuando estoy frente a estos enormes frigoríficos? Deberían advertir en unos cartelitos, que a poco que te descuides, te regalan un buen resfriado y sin pasar por caja.
Lo único que vamos a necesitar es Nata.
Eso si, las barillas eléctricas te las recomiendo como imprescindible, a no ser que tengas un hijo, marido con buen brazo ¿verdad, Concha? sobrino o cuñaoooo de los que les encanta ir al gimnasio a marcar musculitos; y nada más que por orgullo y aguantar el tipo, te monta la nata a mano sin coger respiración. Pero si no es tu caso, enchufa las barillas y en unos quince minutos la tienes lista. Y ahora vamos a entender un poco, cómo se transforma la nata en mantequilla. Si tuviéramos una vaca en casa y la ordeñáramos, veríamos al rato de haberlo hecho que en la parte superior del recipiente, se habría formado una capa de nata. El motivo es sencillo, el principal componente de la leche es el agua y la grasa, y como la grasa pesa menos, sube a la superficie.
El ejemplo más claro y habitual al que estamos acostumbradas es cuando ponemos agua en una olla y añadimos un chorrito de aceite, el aceite siempre queda flotando ¿cierto?
Bueno, seguimos; pues la mantequilla se va a formar porque vamos a romper la composición de la nata, que no es más que una emulsión de pequeñas bolitas de grasa que están disueltas en el agua. ¿y cómo rompemos esas mini bolitas? batiendo, batiendo y batiendo. De esa forma, las bolitas se compactan y se unen a otras. Ala, mantequilla hecha.
{para 380 grs de mantequilla}
1 Litro de Nata con 35% grasa {Crema de leche}
1/4 cta de Sal Marina {opcional}
- Pondremos la nata en un cuenco profundo. Tiene que estar bien fría para montarla.
- Con ayuda de las barillas, empezamos a batir a velocidad baja.
- Pasados unos minutos, veremos que la nata empieza a espesar. Ya podemos subir la velocidad.
- Pasados unos minutos, veremos que la nata empieza a espesar. Ya podemos subir la velocidad.
- Tenemos que seguir batiendo hasta que la nata está montada. Este es el punto en el que te advierten siempre, que si te pasas batiendo la nata se te cortará y la conviertes en mantequilla.
- Una vez montada, seguiremos batiendo. Empezamos a ver que se separa en pequeños gránulos y que adquiere un color amarillento.
- El suero se está separando.
- Cada vez habrá más suero, seguimos batiendo un poco más a baja velocidad porque salpica, y ya está lista la mantequilla.
- Con la mano presionamos y vemos cómo se compacta la mantequilla.
- La pondremos sobre un colador para eliminar el suero. Dejamos debajo un cuenco para recuperar el suero que colemos.
- Si te gusta la mantequilla con sal, ahora es el momento de añadirla. Personalmente la prefiero, realza el sabor.
- Como era bastante cantidad {380 grs} la dividí en dos partes iguales.
- Ahora hay que lavarla bajo el grifo para eliminar el suero de la superficie, así se evita que se ponga rancia. Cuando el agua salga limpia, ya está. Seca con papel.
- La acomodé en un molde de silicona para darle forma. Tú elige el que tengas a mano y te parezca mejor.
- Y tal cual, al frigo para conservarla.
Y ya está, la dejas enfriar un poco y saca el pan ¡¡¡ verás qué rica !!!
El suero lo puedes guardar en un bote dentro del frigo. Cuélalo de nuevo para que no quede ninguna partícula de mantequilla. Aunque en algunos países {Dinamarca, Alemania, P. Bajos, India o Magreb} es una bebida muy apreciada. Particularmente no me gusta de esta forma.
Tradicionalmente se le ha llamado siempre Leche mazada o simplemente Mazada, hasta que adoptamos el vocablo inglés, le llamamos buttermilk y suspiramos por él, creyendo que si no tenemos un bote a mano no nos saldrá rico el pan o bizcocho de turno.
Solemos ser así de tontorronas, creemos la mayoría de las veces que ingredientes que no utilizamos habitualmente en nuestras cocinas, son totalmente novedosos porque vienen de fuera, sin saber que también forma parte de nuestra gastronomía más tradicional. Y si no, pregúntale a tu abuela o tu madre, por la mazada, verás lo que te cuentan.
El suero que ves en el bote, lo utilicé al día siguiente en un bizcocho, ya te lo enseñaré, quedó sinceramente para no dejar ni una miga.
Tradicionalmente se le ha llamado siempre Leche mazada o simplemente Mazada, hasta que adoptamos el vocablo inglés, le llamamos buttermilk y suspiramos por él, creyendo que si no tenemos un bote a mano no nos saldrá rico el pan o bizcocho de turno.
Solemos ser así de tontorronas, creemos la mayoría de las veces que ingredientes que no utilizamos habitualmente en nuestras cocinas, son totalmente novedosos porque vienen de fuera, sin saber que también forma parte de nuestra gastronomía más tradicional. Y si no, pregúntale a tu abuela o tu madre, por la mazada, verás lo que te cuentan.
El suero que ves en el bote, lo utilicé al día siguiente en un bizcocho, ya te lo enseñaré, quedó sinceramente para no dejar ni una miga.
¿Fácil, verdad?
Como la vida tiene esas casualidades tan estupendas de vez en cuando, el otro día mi querida amiga Milia {Cousas de Milia} publicó su mantequilla casera. Y como yo tenía la mía en la rampa de salida para unos días después, me hizo gracia ésta coincidencia. Te dejo la suya, hecha en la Th, así tienes las dos opciones para que te salga igual de rica, y de paso ves lo estupenda que a ella le quedó . . . a mi Reina Mora, todo le queda bien.
Eso es todo por hoy, nos vemos en unos días.
Hasta entonces sé feliz, o al menos, inténtalo.
Si quieres ver cómo montarla a mano y todos los trucos, te lo explico AQUÍ