Y tuve la suerte de hacerlos mano a mano con ella, apenas hace unos días. Después de preguntarle si quería que le horneara un bizcocho para merendar, me contestó de forma contundente que prefería rosquillos. Como le consiento todo lo que quiera y siempre le digo :
" ¡¡es que te tengo muy mimada!! " . . . y ella se ríe, porque sabe que es cierto; hice la masa sobre la marcha y la dejé reposar.
Entretanto, acomodé la mesa de la cocina junto al fuego, acerqué el sillón de mi escritorio, y la senté confortablemente para que los formara. Ya cuidaba yo de freirlos y pasarlos por el azúcar.
No pensé que iba a aguantar tanto, pero terminó la masa como una campeona. Claro, que ir sacándole fotos mientras enredamos con alguna receta, siempre le produce tanta risa, que
se le hizo más amena la tarea.
No acostumbramos a cocinar juntas, ya sabes que está mayor {85 otoños tiene la moza} y además, nunca le ha interesado la cocina salvo honrosas excepciones {Pollo con salsa de almendras, Paella, Pestiños, Huevos rellenos, Torrijas, Tarta de manzana}. Pero estos
roscos siempre fue ella la que los hizo e invariablemente por mucho tiempo que pase,
siguen siendo un éxito.
Son de lo más sencillo, y junto con el Colacao para los niños y el café de los mayores, acompañaron muchas de las meriendas de mi infancia. Me encantaba cuando me envolvían dos o tres para comerlos en el recreo, hasta rebañaba el azúcar que quedaba suelto por el papel de plata.
Somos un país con una variedad increíble de estos dulces tan caseros. Normalmente el nombre de la rosquilla/rosquillo/rosquete, va acompañado de la coletilla de un santo, del lugar de procedencia o de uno de los ingredientes :
. . de San Blas, . . de Santa Teresa, . .de San Antón, . . de Palencia, . . de Alcalá, . . de Ledesma, . de Anís, . . de Matalahúva, . . de Naranja, . . de Limón. Así podríamos estar hasta aburrirnos.
Y las coletillas que más simpatía despiertan siempre : . . . los de mamá, y por extensión
los de la abuela.
los de la abuela.
Oye, como que provocan ternura y dan confianza ¿no te ocurre a ti también?
Las cantidades, están anotadas en El cuaderno de recetas por cacillos, cucharadas y cáscaras de huevo, pero como así iba a ser más difícil aclararse, he ido pesando todo. Sólo hay un ingrediente que siento decir es un poco a ojímetro: la harina. Si, esa medida infalible de abuela: la que admita. Pero no se puede dar en gramos exactos, todas las harinas no se comportan igual.
{Para unos 60 roscos}
1 Huevo L
6 Cdas. Aceite Oliva Virgen Extra (60 grs)
Piel de Media Naranja
6 Cdas Azúcar (180 grs)
6 Cdas Vino Blanco (75 grs)
6 Cdas Leche ( 90 grs)
1/2 cta Bicarbonato
Harina de trigo, la que admita. En mi caso fueron 485 grs, pero puede ser entre 475-500grs
Azúcar Blanca y Glas para rebozar (200 grs)
Aceite Oliva Suave o Girasol para freír (750 grs)
- Vamos a freír la piel de la naranja en el aceite de oliva que utilizaremos para la masa. Siempre añado un poco más, porque se consume algo, y así queda la cantidad necesaria.
- Para utilizarlo debe estar frío. Retiramos la piel antes de añadirlo a la masa.
- Separamos la yema de la clara y batimos ésta última a punto de nieve (tan de nieve, que casi no se ve jaja)
- Incorporamos la yema e integramos.
- Seguimos con la leche, el vino y el aceite, que debe ya estar frío.
- Agregamos el azúcar y una vez disuelto, empezamos con la harina tamizada
- Con movimientos envolventes vamos integrando la harina.
- Añadimos el bicarbonato.
- Seguimos añadiendo la harina poco a poco, siempre tamizándola antes.
- Cada vez tendrá más cuerpo la masa, pero todavía no el suficiente como para formar los roscos.
- Un poquito más de harina, y al tocarla notamos que se pega sólo un poco. La masa final tiene que ser algo pegajosa, pero manejable. Paramos de añadir harina y dejamos reposar la masa una media hora.
- Pasado el reposo, cogemos porciones pequeñas con una cucharita de postre. Da igual que no sean todas las porciones exactas, son roscos artesanos.
- Nos untamos las manos con aceite de oliva y colocamos la porción sobre la palma de la mano.
- Como si fuese plastilina, y con ayuda de la otra mano, hacemos una bolita.
Ole, las manos de mi madre !!
- Introducimos el dedo índice para formar el hueco y ahora entre los dos dedos índices vamos agrandándolo.
- Untamos con un poco de aceite la mesa de trabajo y vamos dejando los roscos ya formados, esperando a ser fritos.
- En una sartén profunda, añadiremos el aceite de freir. Siempre añado un trozo pequeño de piel de limón y cuando burbujea, es la señal de que el aceite está en su punto. Del 1 a 10, pongo el fuego al 5. Si pones el fuego muy fuerte, se tostarán rapidamente, pero quedarán crudos en el interior.
- No incorporamos mucha cantidad de roscos al mismo tiempo para que el aceite no se enfríe.
- Al principio se hunden al fondo, pero en un momento salen a la superficie y empiezan a crecer.
- Los vamos moviendo de uno y otro lado, hasta que tengan un bonito color dorado. Es importante moverlos para que crezcan bien, truco de la experta {mi madre}
- Los sacamos y pasamos a una bandeja amplia con un plato colocado en el fondo, puesto del revés. Así van eliminando el exceso de aceite. También puedes utilizar papel de cocina, pero de ésta forma se hacía antes de incluir en nuestras cocinas papel a tutiplén.
- Cuando todavía están templados, pondremos en un cuenco azúcar blanquilla mezclada con azúcar glas y los emborrizamos hasta terminar con todos. Es importante que no estén fríos, para que queden impregnados.
Una vez fríos, están listos para comer y si eres capaz de esperar hasta el día siguiente, están más buenos si cabe.
Para conservarlos, los dejas dentro de una olla bien tapada, puede pasar una semana y seguirán estando buenísimos.
Eso es todo por hoy, nos vemos en unos días.
Hasta entonces sé feliz, o al menos, inténtalo.