Hoy vengo de estreno, y es que nunca había hecho una quiché.
La primera vez que las probé, era sólo de cebolla y fue en un pueblo de Extremadura, al que acudimos para la boda de una buena amiga. Antes de llegar al destino, paramos en un restaurante italiano y me llamó la atención cuando la ví en la Carta. La pedimos para picar y al final terminamos repitiendo plato.
Además del hambre que llevábamos, aquello sabía a gloria.
Y cuando intenté hacerla en casa, tras varios fracasos, la dejé caer en el cajón del olvido.
Pero cuando mi amiga Nuria M. publicó una quiché de cebolla en su blog " Con tu pan te lo comas " pensé que tenía un aspecto muy parecido a la que yo tanto recordaba, y la llevé a pendientes.
El añadirle sardinas, fue algo de último momento. Llegó mi hijo con una buena pesca, y no pude resistirme, porque la combinación con la cebolla de éste pescado en concreto, me parece deliciosa.
Es una receta de las fáciles, resultona, y sin gran esfuerzo te comes una verdadera delicia. Además ahora que empieza el buen tiempo, son las típicas tartas que dejas hechas, y las tienes listas al llegar a casa.
La mía era de unos veinte centímetros, pero alta. No tengo el típico molde de las quichés, así que las ondas se las formé antes de hornear. La masa por supuesto casera, ya sabéis que me gusta hacerlas. Por cierto, se la copieteé a mi querida Inma, otra de mis blogueras preferidas y a la que le tengo un gran cariño, y que si no fuese por las distancias, intercambiaríamos muchos tuppers, porque guisotea divinamente y siempre salgo babeando de su blog " A falta de Lexatin.....buenas son tortas ". Y como hacer tartaletas y ésta masa le sale bordada, para qué dar más vueltas ¿no os parece?
Las quichés son tartas saladas, compuestas de una base de masa quebrada o brisa, a la que se vierte una mezcla batida de huevos y lácteos, y se hornea. La más famosa es la quiché Lorreine, pero la combinación de ingredientes es interminable, así como la imaginación de cada uno. En los últimos años han gozado de una gran popularidad. Y aunque su procedencia es francesa, ha cruzado fronteras y cada uno la acomoda a su gusto. Aunque he visto infinidad de recetas, y en muchas ocasiones son el pretexto perfecto para aprovechar todo lo que va quedando por la nevera.
Creo que con tan feliz estreno, me voy a aficionar a hacerlas a menudo.
- Ponemos todos los ingredientes de la masa en un cuenco grande, para trabajar más cómodamente y amasamos hasta que tengamos una masa manejable.
- Hacemos una bola, la envolvemos en plástico y la llevamos a la nevera una media hora, hasta que esté fría.
- Transcurrido el tiempo necesario, la extendemos con el rodillo y la acomodamos en el molde elegido. La forma de hacer los bordes, se pueden ver con más detalles en la foto color sepia.
- Cortamos la cebolla en pluma, la llevamos a sofreír a fuego lento con un poco de aceite de oliva. Que poche tranquilamente. Una vez terminada la dejaremos templar.
- Las sardinas las asamos y eliminamos piel y espinas.
- Una vez los dos ingredientes listos, los ponemos en un plato y movemos para unir sabores.
- No rellenaremos la quiché hasta que no estén fríos.
- En un cuencol batimos los huevos, les añadimos la nata y la leche. Añadimos la cebolla y las sardinas, los quesitos aplastados con un tenedor y lo removemos todo.
- Encendemos el horno a 200º.
- Colocamos la masa quebrada en un molde de horno untado con mantequilla y pinchamos el fondo para que no suba. No la vamos a hornear previamente, se cocerá a la misma vez que el resto de los ingredientes.
- Ponemos el relleno y lo metemos en el horno hasta que veamos que está cuajado pinchando con un palillo, cuando salga limpio ya está hecha, puede tardar entre 20 y 30 minutos.
Y ya la tenemos lista ¿fácil, verdad?