Por mucho que nos organicemos, la vida a veces -tan caprichosa ella-, se encarga de trastocárnoslo todo. Me despedía en plena Operación Polvorón y vuelvo por Carnavales, aunque no era esa mi intención, ni mucho menos.
Una accidentada caída de mi madre y el consiguiente paso por el quirófano, ha hecho que hasta hoy no sea posible sentarme a escribir la entrada y retomar un poco mi vida cotidiana.
Han sido días interminables, con miedo y sin saber cómo saldrían las cosas. Pero al fin vemos la luz y aunque la recuperación será larga, estamos en casa.
Nunca mejor dicho: " Hogar, dulce hogar".
Gracias a todas las que habéis mostrado vuestra extrañeza por la ausencia y los correos recibidos, aunque casi todo el mundo pensaba que andaba de vacaciones . . . já,
nada más lejos de la realidad, os lo puedo asegurar.
Ya sé que me habré perdido unos guisos y postres riquísimos de vuestras cocinas, pero poco a poco iré volviendo a visitaros, aunque mi tiempo es ahora mucho más limitado.
No me enrollo más y os dejo con la entrada que tenía preparada para la vuelta . . .
Creo que no conozco a nadie más goloso, que al segundo de mis hijos.
Desde bien pequeño, si había algo que le gustase de este mundo, era una dulcería. Por ende, su mayor castigo era que lo dejases sin ella. Recuerdo una tarde, que después de comprarle sus 25 pesetas de chuches en el kiosko, hizo una buena trastada {algo habitual en él, porque era revoltoso hasta decir basta}. Llevaba la bolsita bien agarrada con sus cinco gominolas para no perderlas mientras conducía su resistente e inseparable triciclo,
cuando llegó la inevitable regañina.
cuando llegó la inevitable regañina.
Le dije que se había quedado sin ellas y que tenía que tirar la bolsa con las chuches a la basura.
Esa cara de pena mientras lo hacía, no tiene nombre.
Esa cara de pena mientras lo hacía, no tiene nombre.
Se pasó toda la tarde en el parque, sin querer subir a los columpios; con unos morritos de
"toy muenfadao" y dando vueltas con el triciclo. Cada vez que pasaba por la papelera, se bajaba de él y asomaba la cabecita para ver si sus chuches seguían allí . . . cómo sufrió ese día.
Tanto, que no debía tener más de cuatro años y a día de hoy, aún lo recuerda ¡¡ pobrete !!
"toy muenfadao" y dando vueltas con el triciclo. Cada vez que pasaba por la papelera, se bajaba de él y asomaba la cabecita para ver si sus chuches seguían allí . . . cómo sufrió ese día.
Tanto, que no debía tener más de cuatro años y a día de hoy, aún lo recuerda ¡¡ pobrete !!
Bueno, todo esto para deciros que fue él, el que también descubrió un pequeño obrador donde hacen las caracolas más ricas que he comido nunca. No hay nada como tener un buen goloso en casa, para que encuentre verdaderos tesoros.
Ya me lo venía diciendo hacía semanas. Cuando tiene que trabajar algún Domingo, entra tan temprano que lo llevo en el coche. A esas horas que no están ni puestas las calles, hay un obrador de los de antaño. Con su panadero bien empolvado después de toda la noche trabajando.
Aún abre el hombre la puerta para que entre todo el que pasa por ahí, que suelen ser los que van de amanecida tras una noche de fiesta, o los muy madrugadores para trabajar.
Mientras, él va colocando en las grandes cestas el pan, y en los expositores los dulces, queques y bollería que ha ido horneando.
El olorcito desde bien lejos ya te lo puedes imaginar, para removerte hasta el último de los sentidos.
Y la ternura de todo lo que he probado de allí, te haces una idea.
Ya me lo venía diciendo hacía semanas. Cuando tiene que trabajar algún Domingo, entra tan temprano que lo llevo en el coche. A esas horas que no están ni puestas las calles, hay un obrador de los de antaño. Con su panadero bien empolvado después de toda la noche trabajando.
Aún abre el hombre la puerta para que entre todo el que pasa por ahí, que suelen ser los que van de amanecida tras una noche de fiesta, o los muy madrugadores para trabajar.
Mientras, él va colocando en las grandes cestas el pan, y en los expositores los dulces, queques y bollería que ha ido horneando.
El olorcito desde bien lejos ya te lo puedes imaginar, para removerte hasta el último de los sentidos.
Y la ternura de todo lo que he probado de allí, te haces una idea.
Sigo que me enrollo.
Pues uno de esos Domingos, y no muy espabilada aún por el madrugón, me dijo mi hijo que esperase un momento y salió con una caracola en la mano.
Para la vuelta me dijo, y la fui comiendo mientras conducía de regreso a casa.
Madremía ¡¡¡cómo estaba de buena !!! si hasta paré el coche en el arcén. Tenía que desentrañarla un poco y poder observar con más detenimiento, qué porras llevaba de relleno.
Era la caracola más jugosa y tierna que había probado jamás.
Pues uno de esos Domingos, y no muy espabilada aún por el madrugón, me dijo mi hijo que esperase un momento y salió con una caracola en la mano.
Para la vuelta me dijo, y la fui comiendo mientras conducía de regreso a casa.
Madremía ¡¡¡cómo estaba de buena !!! si hasta paré el coche en el arcén. Tenía que desentrañarla un poco y poder observar con más detenimiento, qué porras llevaba de relleno.
Era la caracola más jugosa y tierna que había probado jamás.
Esa misma semana volví para comprar algunas más, había que seguir con la investigación.
Y tras algunas pruebas y ajustes, lo he conseguido.
Y tras algunas pruebas y ajustes, lo he conseguido.
Y ahora, vamos al lío.
MASA PARA LAS CARACOLAS:
- 100 grs de azúcar
- 7 grs de sal marina
- 80 grs de mantequilla a temperatura ambiente (no derretida)
- 1 huevo mediano
- 280 grs de leche entera (añade 250 grs para empezar y el resto si lo ves necesario)
- 500 grs de harina de fuerza
- 18 grs de levadura fresca de panadero o 6 grs de levadura seca
- 40 grs de pasas
- 35 grs de vino moscatel, zumo de naranja o coñac
- 2 ctas de canela molida
- 2 manzanas asadas
- Huevo batido para pincelar
- Brillo pastelero casero
- Primero asaremos las manzanas: Lavamos, descorazonamos, tapamos con papel film y llevamos al micro diez minutos. Si quieres, puedes añadirles un poco de canela molida.
- Una vez frías, sacamos la carne de las manzanas y aplastamos con un tenedor.
- Las pasas las bañamos con moscatel y llevamos al micro un minuto. También quedan muy ricas si las sumergimos en zumo de naranja o coñac.
- En la cubeta de la panificadora pondremos el huevo, el azúcar, la mantequilla a temperatura ambiente, la leche templada y la levadura fresca de panadero.
- Por último añadimos la harina tamizada y la sal. Elegimos el programa de amasado, que dura 15 minutos.
- Dejamos reposar la masa media hora antes de empezar a trabajar con ella.
- Volcamos la masa en la mesa. La dividí en dos para hacer dos rulos iguales. Le damos forma rectangular. Si se pega un poco, unta las manos y la mesa con unas gotas de aceite de girasol.
- Repartimos las manzanas asadas y las pasas bien escurridas.
- Terminamos el relleno, espolvoreando con la canela molida.
- Desde la parte más estrecha, enrollamos.
- Con un cuchillo que no sea de sierra cortamos las piezas. Fui poniendo dos dedos de medida y cortando, salieron nueve piezas de cada uno de los rulos, así que tuve dieciocho caracolas. Si no divides la masa, las piezas serán el doble de grandes, te saldrán unas nueve en total.
- Precalentamos el horno a 50º.
- Podemos colocar cada trozo en la bandeja del horno, o como yo lo hice, en un molde de magdalenas, previamente pincelado con aceite.
- Dejamos que doblen volumen dentro del horno apagado. Una hora las dejé, a temperatura ambiente pueden ser dos horas ahora en invierno. En verano se acortará la espera.
- Preparamos el brillo pastelero. Reservamos.
- Pincelamos con huevo batido y horneamos durante 25 minutos a 180º.
- Ya templadas, las pintamos con el brillo pastelero, sacamos de los moldes y dejamos enfriar sobre rejilla.
¡¡¡ Listas !!!
- Si las haces fuera de los moldes, deja bastante separación entre ellas cuando las coloques en la bandeja del horno, crecen en el levado y después mientras se están horneando.
- En verano tardan mucho menos tiempo en subir la masa, pero el día que las horneé acababa de llover, y se iba a eternizar con la temperatura de la cocina.
- Tuve que añadir dos cucharadas más de harina para manejar la masa, ya sabemos que no todas son iguales.
- Como toda la bollería, el momento óptimo de comerlas es el día que las haces, aunque al llevar un relleno tan húmedo, al día siguiente siguen estando bien ricas.
- Congelan estupendamente. Las envolví individualmente y las saqué una semana después.
Quité el film y las dejé a temperatura ambiente.
Divinas
Eso es todo por hoy, nos vemos en unos días.
Hasta entonces se feliz, o al menos, inténtalo.