2 de junio de 2013

Salmorejo.

         
Siempre me contaron desde niña, cuando hacían esta receta en casa y me quedaba a enredar en la cocina, que el salmorejo tenía unos orígenes humildes.
Siendo una comida de gente de campo, de jornaleros que tras duras horas de trabajo, se hacían este plato allí mismo, en el tajo, con cuatro ingredientes, un lebrillo donde majaban a mano los alimentos y comían para reponer fuerzas, descansar un poco y seguir con el duro trabajo.
          

Es cierto que sólo son cuatro ingredientes, pero bien combinados hacen que esta crema fría se convierta en un puro manjar, digna de las mejores mesas, de las de mantel de hilo y vainica doble.

                    

Aunque en un principio te pueda recordar al gazpacho, difiere bastante, en textura y sabor. No podría elegir entre uno u otro, para mí son exquisitos los dos, y ahora que ya va llegando el calor, apetece ir alternándolos. Se puede hacer en versión light, pero de vez en cuando merece la pena hacerlo "de verdad", sin quitar ni sustituir nada.

                 

Las cantidades son totalmente orientativas, pues al ser una comida tradicional, cada uno lo hace según sus gustos, y al ser de estos platos que repites habitualmente, no mides cantidades, aunque hoy he dejado el ojímetro aparte y he ido pesando todo meticulosamente.


Me lo enseñó a hacer una tía materna hace muchos años, ella lo hacía a mano, y tengo que reconocer que es de los mejores que he comido en mi vida, claro que en su casa sólo eran dos. Evidentemente, he dado un pasito a la modernidad y lo hago en batidora, casi sin despeinarme, y está muy rico también. Que a una le gusta lo artesanal, pero hasta cierto punto.
Esta crema fría, con cuna Cordobesa, es una delicia que no deberíais dejar de probar.
                            
                                       

Los tomates utilizados son canarios, unos tomates no muy grandes, pero dulces, de carne abundante y muy ricos.

Vamos con la receta.

NECESITAREMOS:  (para 6 personas)


Antes de empezar con el paso a paso, vamos a tener en cuenta unos puntos importantes:
  • El tomate tiene que estar maduro, para conseguir un buen sabor y color.
  • El pan debe estar asentado, es decir que tiene que tener uno, o mejor dos días.
  • El aceite hay que escogerlo de excelente calidad, un virgen extra, para que ligue y aporte su característico sabor.
  • El vinagre, hay quien le pone y quien no. Yo no le añado nunca porque me enseñaron que en origen no lo lleva, pero lo dejo a la mesa, para quien guste tomarlo en su plato.
  • El ajo, debe estar presente, pero no solapar el sabor del resto de sus compañeros.
CÓMO LO HAREMOS:
      
  1. Lavamos los tomates.
  2. Los partimos en trozos sin pelar.
  3. Troceamos el pan groseramente con las manos.
  4. Mezclamos y dejamos un rato, para que el pan se ablande con los jugos del tomate.

  1. Llevamos a la batidora y lo dejamos bien fino.
  2. Pasamos por un colador para eliminar pieles y semillas. 
  3. Lavamos el vaso de la batidora, añadimos parte del batido anterior y el aceite.
  4. Añadimos también, el ajo y la sal. Batimos de nuevo hasta que quede fino.

Veremos que al añadirle el aceite, el batido pasa de tener un color rosáceo a anaranjado, ya sólo nos queda mezclar con el resto del salmorejo y llevar a la nevera hasta el momento de servirlo.
Se puede acompañar de jamón serrano, huevo duro picado y pan.
Cada uno en su plato le añadirá vinagre, si ese es su gusto.  
                  
Es una delicia, no dejéis de hacerlo.