Te aseguro que desde hace unos meses, seguir con el blog se me está haciendo cuesta arriba.
No porque haya perdido interés en él o no me motive seguir con esta actividad. Pero mis horarios de trabajo han cambiado drasticamente y entre semana no doy para más.
Pensé que cuando llegaran las pasadas fiestas, con todo lo que tenía previsto cocinar, aprovecharía para ir dejando entradas preparadas y poder tirar de ellas durante semanas. Pero entre que tienes más gente en casa, la luz del día no juega a tu favor y te dejas llevar por el momento y disfrutarlo, no aproveché esa oportunidad.
Cuando por fin llega el fin de semana, por más que me propongo estirarlo al máximo, se me pasa en un suspiro y al final, o la receta se queda redactada pero sin fotos; o bien hago las fotos y no soy capaz de escribir la entrada.
Tener un blog es un compromiso, al menos lo entiendo así. Hay que publicar de forma periódica y ser constante. Por supuesto no hay reglas escritas, pero si quieres tener unos seguidores fieles, incondicionales y agradecidos, no puedes volverlos locos dejando de publicar, marcharte a la francesa sin decir ni pío o editar a locas lo mismo un miércoles que un sábado sin tener uno o varios días señalados. Por no contar con las visitas que haces a las amigas blogueras para agradecer de alguna forma, la cortesía de haber venido al tuyo semanalmente.
Desde que empecé con El cuaderno de recetas, he ido cambiando la dinámica a conveniencia. Al principio escribía casi todos los días, e incluso había algunos en los que me ventilaba hasta dos o tres recetas. Claro que por aquél entonces el blog no era público, solamente lo hacía para mí y las fotos daban igual que fuesen tremendamente horrorosas y carecieran del paso a paso, total eran los apuntes personales.
Pero en el momento que decidí dar el paso y hacerlo público, me preocupé de la calidad de las imágenes y fui introduciendo poco a poco más detalles en la elaboración para que salieran las recetas a la primera, tanto si sabes algo de cocina o eres un recién llegado. Me fui exigiendo más, y hasta empecé a hacer distribuciones en la mesa para procurar un ambiente atractivo.
Todo estas cábalas personales que voy escribiendo es para justificarme en cierta forma por no visitarte tan continuamente como lo hacía antes. O por hacerlo días después de que publiques. No es que me falten las ganas, pero al igual que todas vosotras, llevar una vida real paralela y querer abarcarlo todo se me está haciendo imposible. No pienso mortificarme, llego hasta donde puedo.
Así que hoy no hay mesa bien puesta, ni bandejas y manteles primorosos, pero si una rica coca de tomate y anchoas, que me encantaría que probaras en algún momento. Surgió como plato de aprovechamiento, pues la lata de anchoas andaba en el frigo un poco aburrida. Habíamos abierto más latas de la cuenta días atrás para acompañar unos cogollos de Tudela con salsa de yogur, y no pensaba dejar que se estropease.
Añado que mi amor por las cocas es incondicional, desde que las descubrí gracias al mundo bloguero, las hago a menudo por su versatilidad y buen recibimiento en la mesa, si es que aplauden y todo.
{2 cocas medianas}
250 grs Harina
60 grs Aceite de oliva
130-150 grs Agua mineral templada
12 grs Levadura fresca de panadero
Un puñado de sémola para la superficie de la masa {opcional}
6 grs Sal marina al gusto
Para el relleno:
1 Lata de anchoas
2 Tomates maduros pero firmes.
También pueden ser Tomates Cherrys
- En la cubeta de la panificadora disponemos todos los ingredientes de la masa. Elegimos el programa de amasado que dura quince minutos. Aunque cuando lleve cinco minutos trabanjando la masa y la veamos bien mezclada estará lista.
- Dejar reposar la masa media hora para que se relaje y esté manejable.
- La volcamos sobre la bandeja del horno, previamente forrada con papel.
- Es una masa hidratada, así que mejor te untas las manos con aceite para poder extenderla.
- Con los mismos dedos puedes hacer incisiones. Si se mantienen quiere decir que la masa está lista y además el aceite que le añadimos queda mejor repartido y la superficie más crujiente al hornear.
- Espolvorea con la sémola.
- Vamos disponiendo los tomates y las anchoas, repartiéndolas al capricho de cada una. Como hice dos cocas, a una le puse un tomate grande partido en trozos y la otra coca fue con cherrys. Me gustó más con el tomate grande, pero se comieron las dos igualmente.
- Precalientas el horno a 200º durante quince minutos.
- Hornea la coca durante 25-30 minutos. La sacas del horno, porcionas y a servir.
Te voy poniendo un trozo ¿vale?
Eso es todo por hoy, nos vemos en unos días.
Hasta entonces, espero que seas feliz.